Contigo pan y cebolla,
me dijo mi novio un día.
Yo me lo creí, ¡ qué boba !.
Nunca he visto la cebolla.
El pan lo traían los niños,
se supone, bajo el brazo.
Serán los de los demás.
Los míos se lo comieron
antes de venir al mundo,
porque no había ni rastro.
Ahora me piden galletas,
y bizcochos y phoskitos,
y si me los llevo al super,
alargan la mano y cogen
lo que tienen a su alcance.
¡ No son listos los de marketing !.
Siempre llegan a las chuches,
los helados, chocolates,
yogures y golosinas.
Y de mi novio ni huella.
Fue un día a comprar cebolla.
Se fugó con la frutera.
¡ Si ella supiera !
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