Creo que sólo los científicos pueden comprender el universo.

Creo que sólo los científicos pueden comprender el universo.
Isaac Asimov que estás en los cielos...( o en algún agujero negro )

viernes, 16 de abril de 2010

BATALLITAS

Las últimas inundaciones provocadas por la gota fría han resultado catastróficas, el número de muertos asciende a ...”


  • ! Bah !, en el telediario no dicen más que tonterías. Eso de la gota fría no son inundaciones ni nada. Cuando yo estuve en el frente...


  • Jolines, abu, deja ya lo de la guerra, hombre, que eso pasó hace como mil años por lo menos.


  • ! Qué sabrás tú!, ! Esta juventud!. En mis tiempos había más respeto a los mayores, a mi todo el mundo me llamaba Don Fermín.

  • Que si, yayo, que no me cuentes batallitas. Me abro, que llego tarde al Insti. Chao, vieja.


  • ! Será posible!, este mocoso necesita un correctivo. Si me lo dejaras a mí...


  • Vaaaale, papá, tengamos la fiesta en paz que Marquitos sólo tiene 16 años.


  • Pues yo, a su edad, ya llevaba 2 años trabajando y cortejando a tu madre, que en paz descanse. En mis tiempos podíamos con todo y ni se nos pasaba por la imaginación levantarle la voz a nuestros mayores, porque eso hubiera sido...


  • Ya, ya, papá, pero los tiempos han cambiado, y hala, vete ya a jugar la partida, que tengo millones de cosas que hacer.


Y como todos los días después de desayunar, el abuelo se fue dando un portazo. Seguramente se iría al bar y estaría jugando al mus hasta la hora del aperitivo y luego daría un paseo por el parque con sus antiguos camaradas, bueno, los que quedaban vivos que cada año eran menos.


Y como todos los días, Ana María se quedó sola con su segundo café y toda la casa por limpiar. Tan sola como se había quedado diecisiete años antes cuando su novio de entonces, Marcos desapareció de la noche a la mañana y nunca más supo nada de él.


Ni ella, ni sus futuros suegros, ni la policía, nadie.

Todo el mundo le echó la culpa por quedarse embarazada tan joven.

Decían que Marcos había huído porque no quería hacerse cargo, pero Ana María no se creyó nunca esta historia porque no fue ningún descuido.

Los dos lo deseaban y decidieron de mutuo acuerdo tener un hijo para que los dejaran casarse, ya que ambos eran menores de edad.

Pero nadie la creyó.


Aunque eso ahora no importaba, porque ya estaba harta, así que hoy iba a ponerle doble dosis de cianuro en la sopa de su padre porque el viejo seguía como una rosa.

Y eso que ya llevaba un mes envenenándolo.


Entretanto, Don Fermín había ido calle abajo hasta el bar, lo había pasado de largo y luego había girado a la izquierda hasta llegar a una casita en ruinas.


Era su secreto.


Había heredado la casita de sus abuelos pero nunca se decidía a arreglarla porque así llamaba menos la atención.


Sólo una vez tuvo que hacer una pequeña obra, pero no le había quedado más remedio.


Con el paso de los años el falso tabique se diferenciaba muy poco del resto de la construcción.


Había tenido mucho cuidado de conseguir el tono exacto al pintarlo y luego le había dado una pátina para conseguir un efecto envejecido.


Con aire melancólico, Don Fermín levantó una piedra suelta del suelo y sacó una medalla primorosamente envuelta en un paño de terciopelo rojo.


Sin dejar de suspirar, comenzó a acariciarla y su mente viajó diecisiete años al pasado.

No podía olvidar al amor de su vida.

Su tez morena, sus rizos, que le daban ese aire tan angelical, ese torso tan suave, sus brazos bien torneados.


! Era tan joven ! ! Podrían haber sido tan felices !


¿ Por qué tuvo que empeñarse en seguir con Ana María ?


Y encima la dejó embarazada.

Ya no le quedaban esperanzas.

No tuvo más remedio que matarlo.

Luego le quitó cuidadosamente la medalla y la guardó para tener algo con qué recordarlo y después lo emparedó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario